~A New Color ~  L'Arc~en~Ciel Forum

Capítulo 39 - FINAL -

« Older   Newer »
  Share  
Kagura-sama
view post Posted on 29/5/2013, 02:51




CAPÍTULO 39 - FINAL -


No recuerdo el momento ni el lugar en el que me dormí esa noche, pero sí recuerdo el sueño que me atacó, como un virus que se había instalado en mi cerebro.
Yo estaba dormido en el sueño también, pero me despertaba debido a un persistente y agudo dolor en el brazo derecho. Cuando abría los ojos, estaba acostado en el piso de algún sitio irreconocible, y Masa me sostenía el brazo, que cortaba diligentemente una y otra vez con un elemento filoso. Estaba débil y por alguna razón no hacía nada para liberarme de él. Parecía que Masa estaba contando los cortes que me hacía en el brazo, y los números que salían de su boca se fundían en un tono de voz monótono y gris.

- Una vez... dos veces... tres veces... - decía.

Yo me sentía mareado y confundido. Observaba su rostro concentrado y me preguntaba si él sabía que yo ya estaba despierto.

- Cuatro veces... cinco veces...

- ¿Q-qué estás haciendo? - preguntaba yo.

Masa levantaba la vista y me miraba de manera implacable.

- Te estoy castigando.

Mis cejas se fruncían.

- ¿Por qué?

- Por desobedecer.

Entonces, mientras decía "seis veces", me hacía otro corte. Yo cerraba los ojos apenas, impresionado por el dolor.

- ¿Y por qué tantos cortes?

- Uno por cada vez que desobedeciste.

Mi cabeza se sentía como cuando estás ebrio o drogado, y no podía entender del todo lo que sucedía ni tampoco buscarle una explicación apropiada. Acomodaba la cabeza en el piso, relajando el cuello, y me resignaba a los castigos que Masa me estaba imponiendo. De pronto giraba la cabeza, apoyando una mejilla sobre el suelo, y me daba cuenta de que no muy lejos de donde yo estaba, había alguien atado contra una silla. La misma silla del sueño anterior. La silla de Le Jardin Français, con sus inconfundibles mástiles terminados en forma de alfil de ajedrez. El sueño había distorsionado notablemente las formas y las dimensiones, por lo que las puntas de los alfiles se extendían hacia el infinito y se metalizaban al final, agudísimas, como los filos de dos cuchillos.
No tardaba mucho en darme cuenta de que la persona que estaba sentada y atada era Gackt. Su boca no estaba amordazaba, sino que eran sus ojos los que estaban cubiertos. La venda blanca y maltrecha estaba teñida de dos círculos rojo oscuro, justo en la zona de cada uno de sus ojos. Parecía como si sus ojos hubiesen derramado sangre y manchado la venda, y me pregunté si estarían como los que le había visto en el sueño anterior.
A pesar de todo, su boca estaba quieta y fina como una línea.

- ¿Gackt? - trataba de llamarlo.

- No te escuchará. Está enfrentando su propio castigo. - me decía Masa.

La situación se volvía cada vez más extraña.

- ¿Está muerto? - preguntaba yo como si fuera algo muy probable.

- No. Sólamente está dormido. Muy profundamente...

Desde debajo de la venda que cubría los ojos de Gackti, resbalaba silenciosamente un hilo de roja sangre. Yo sentía un escalofrío.

- ¿Y por qué lo castigan a él?

- Porque él también ha desobedecido. - me respondía.

De pronto me invadía una ansiedad de saber de qué se trataba todo.

- ¿Qué es lo que hemos desobedecido? - insistía un poco irritado.

Masa me miraba como si fuera obvio.

- El Destino. Y ahora tendrán que ser castigados.

En el sueño yo no me planteaba por qué era precisamente Masa quien cargaba con la responsabilidad de castigarnos. Tal vez simplemente mi cerebro había grabado su imagen, sentado en el sillón del departamento de Chacha junto a su novio Ryuchi y lo había utilizado para personificar a mi inconsciente.

- ¿Y qué podemos hacer ahora? - le preguntaba.

- Nada. Ya es demasiado tarde. Todo ha tenido que ser reescrito. Todo será como tenía que ser, pero el camino se ha hecho más largo por culpa de que ustedes han tomado las decisiones equivocadas.

Las palabras de Masa se revolvían en mi cabeza y sentía como si me licuaran el cerebro.

- Cada vez que toman una decisión que no debían tomar - me explicaba Masa en el sueño - son castigados de acuerdo a la gravedad de las consecuencias de sus decisiones. Esta vez han hecho algo terrible. Algo que es muy difícil de arreglar, y que tendrá que tomar mucho tiempo. Es por eso que el castigo tendrá que ser igual de terrible. Es lamentable.

El elemento filoso que Masa sostenía en una de sus manos y que era para mí imposible de identificar, de pronto trazaba un corte vertical en mi brazo, profundo como una grieta en la tierra. Sin embargo, y aunque yo sentía un agudo dolor, de mi brazo no brotaba ni una sola gota de sangre. En cambio, comenzaban a salir gordas y viscosas larvas, hinchadas como dedos infectados, una tras otra, como si todo mi cuerpo estuviera lleno de ellas. El corazón se me aceleraba. El sentimiento de querer huir de algo que estaba dentro mío era familiar para mí, pero nunca había sido tan tangible. Mi alma sucumbió en la desesperación y mis labios comenzaron a temblar.

- ¿Q-qué... qué es esto...? - tiritaba mi voz.

La voz de Masa de pronto se distorsionaba.

- No hagas de cuenta que no lo sabías. Sabes muy bien qué tanta putrefacción hay en tu interior, ¿no es así?

Al sentir cómo las venas de mis brazos eran recorridas por pegajosas larvas, el impacto del trauma fue tan insoportable que me desperté de inmediato.
No pude distinguir enseguida el lugar en el que me encontraba, ya que lo único que visualicé en un principio fue la blanca esponjosidad de la almohada. Al levantar un poco la cabeza, me di cuenta de que estaba sobre el futón del living del departamento de Gackt. Pestañeé varias veces, extrañado. Estaba solo y además el dolor de cabeza que me azotaba se estaba volviendo difícil de sobrellevar.

- ¿Ya estás despierto?

Era la voz de Gackt.
Al girar un poco la vista, noté que estaba de pie frente a mí, sosteniendo un pequeño bolso de mano.

- Am... sí... - murmuré - ¿No estábamos en el departamento de Chacha anoche?

Gackt se rió animadamente.

- Sí. Estabas muy borracho. Supuse que no ibas a acordarte de nada cuando te despertaras. Es bastante triste porque anoche fue la última noche que dormimos juntos.

"Es cierto."
Era el día en el que Gackt finalmente se iría a Francia para siempre. La noche anterior había sido la última para nosotros dos, y yo había pensado que haríamos de ella algo inolvidable, pero irónicamente lo había olvidado todo. Gackt incluso estaba despierto y de pie, terminando de empacar las últimas cosas. Yo ni siquiera había tenido una oportunidad para verlo dormir por última vez.
"Es demasiado cruel..."

Pero al mismo tiempo era ridículo, divertido, casi hasta payasesco. Yo que tanto me había quejado con el destino por darme un amor y quitármelo con la misma espontaneidad, no me había esmerado ni siquiera un poco en mantenerme despierto nuestra última noche juntos. Ni siquiera recordaba haber vuelto de la fiesta, ni quedarme dormido, ni nada.
Me incorporé, sentándome sobre el futón, y me rasqué la cabeza.

- ¿A qué hora tenemos que estar en el aeropuerto? - pregunté.

- Todavía tenemos un poco de tiempo - repuso Gackt - Además allá nos encontraremos con You. Si tienes mucha resaca y te duele mucho la cabeza, no es necesario que vengas hasta el aeropuerto con nosotros.

Y aunque sus palabras habían adoptado un tono comprensivo, a mí me molestaron. "¿No es necesario que vaya? Claro que es necesario que vaya."

- No digas estupideces - dije y me puse de pie enseguida - ¿Cómo no voy a ir al aeropuerto? ¿Acaso eres idiota?

Gackt me sonrió dulcemente, como si estuviese esperando a que yo dijera precisamente eso. Utilizando una de sus manos, me revolvió el pelo de repente.

- Está bien, entonces. Haz lo que tengas que hacer.

Mientras él terminaba de poner unas últimas cosas en un bolso, yo me acerqué a donde solía estar el espejo y maldije que ya no estuviera. Tuve que alargar mi caminata hasta el baño para descubrir que tenía cara de que hubiese vuelto de la guerra.

- ¿Hice el ridículo ayer? - pregunté regresando al living.

Gackt se rió.

- No, ¿por qué preguntas eso?

- Porque no recuerdo nada.

- Mmm... estabas bebiendo y te quedaste dormido sobre el sillón. Después te traje hasta aquí. Eso fue todo. A todos les pareció adorable.

Gackt se rió animadamente, pero yo me sonrojé avergonzado. Aunque él lo dijera, no creía que a Masa o a Ju-ken les hubiese parecido adorable. Masa seguramente había pensado que era una excelente oportunidad para cortarme el cuello.

- ¿Nos damos un baño antes de salir? - sugirió Gackt de repente.

Yo pestañeé varias veces, pensando en si teníamos tiempo como para eso.

- De acuerdo, ¿por qué no?

Gackt y yo nos bañamos juntos muy pocas veces.
Cuando lo pienso ahora, me arrepiento de no haberlo hecho en más oportunidades. Al bañarnos juntos estábamos desnudos, pero sin estar excitados. Sin el velo de la loca pasión que me envolvía cuando estábamos por hacer el amor, mi mirada sobre su cuerpo era muy diferente. Podía ver muchos más detalles, y contemplarlo largamente como si se tratara de un cuadro. De pronto podía ver que sobre la piel de su pecho había pecas pequeñísimas, como salpicaduras de pintura. En la línea de su cuello, bajando hacia la clavícula, había también un lunar. Todas esas cosas se me escapaban cuando estaba bajo el hechizo de su cuerpo, pero dentro de la bañera todas aparecían, bañadas por la intensa luz artificial que no dejaba nada sin revelar. Observándolo mientras calmadamente se ponía jabón en uno de los brazos, repentinamente me dieron ganas de llorar. No me quedaba ya ni siquiera un día a su lado. Tan sólo faltaban unas pocas horas para que no lo viera nunca más.

- Ven acá. Te mojaré el pelo - me dijo y me hizo una seña.

Yo estaba sentado frente a él, con la espalda contra el lado contrario de la bañera. Tras recibir su orden, me acerqué más a él y le di la espalda, de manera que mi pelo quedara a su disposición.
Llenó sus manos de agua y comenzó a mojarme el cabello. Yo cerré los ojos enseguida, evitando las gotas de agua que se resbalaban desde mi frente.

- Tu pelo siempre está tan suave - comentó.

- Siempre me lo dicen. Pero no hago nada en especial para que esté así - le conté.

Durante el silencio que siguió, escuché el sonido del agua moviéndose a nuestro alrededor. Sin ninguna razón en particular, recordé la serie de sueños horribles que había tenido y me pregunté si debía contárselos a Gackt. Había algo de siniestro en esos sueños, que parecían estar todos conectados entre sí. Extrañamente sentía que si los contaba, se harían realidad. La idea me produjo un escalofrío.

- ¿Está fría el agua?

- No, está bien.

Hubo otro silencio.

- Tuve un sueño horrible - dije de repente.

Gackt procedió a ponerse shampoo en las manos y comenzó a esparcirlo por mi cabello.

- ¿Anoche?

- Sí - confirmé - Hace algunas noches que sólo tengo pesadillas.

- ¿Qué tipo de pesadillas?

Me costó encontrar una palabra que pudiera describir todas las pesadillas que había tenido. Si me las imaginaba de un color, eran rojas. No... en blanco y negro, con tintes de rojo en algunas partes. Un rojo brillante.

- Sangrientas - dije finalmente.

- ¿Sangrientas?

- Um... por ejemplo, anoche soñé que Masa me hacía cortes en el brazo.

Gackt pareció soltar una leve risita mientras me masajeaba el pelo.

- ¿Masa?

Yo también había pensado que era extraño que fuera Masa, pero así había sido.

- Sí. Me hacía cortes en el brazo, y desde adentro de mis venas, comenzaban a salir un montón de gusanos. Fue muy desagradable.

- ¿Y dónde hay sangre en ese sueño? - preguntó Gackt con naturalidad.

"Claro. Le dije que habían sido sueños sangrientos" pensé. Yo los recordaba así. Rojos, viscosos, oscuros. Pero era cierto... ¿dónde había habido sangre?
De pronto me sentí confundido. Tenía la sensación general de que en esos sueños había visto mucha sangre, y sin embargo cuando me ponía a tratar de recordar todos los detalles, no había sangre por ninguna parte.
Y entonces recordé.
Los ojos de Gackt... mis manos...
Una sensación desagradable me erizó la piel, como una serpiente que se frota contra el cuerpo. No quería recordar eso. El sólo recuerdo, por alguna razón, me atemorizaba. Y pensé que aunque quisiera describirlo, no podría hacerlo. La visión de sus ojos destruidos sólo era posible en mi mente, y no había forma de que mis palabras pudieran reproducirla.
No podía decirle lo que había visto.
Volteé apenas la cabeza, temeroso de que, al darme vuelta, encontrara a Gackt mirándome con los ojos del sueño.
Pero todo estaba normal.
Sonreí vagamente y le besé los labios. Él no me preguntó por qué jamás había respondido a su pregunta, y simplemente procedió a enjabonarme la espalda.

- Hace un tiempo que quiero hablarte de algo - me dijo de pronto con suavidad - y estaba esperando a que el tema saliera por sí mismo para que la conversación no se volviera forzada, pero me estoy quedando sin tiempo y todavía no he hablado de eso, así que... supongo que tendré que forzarlo de todos modos.

La forma tan espontánea en que introdujo un tema nuevo me sorprendió.

- ¿De qué se trata?

- El día en que te fuiste del departamento - comenzó a decir - me dijiste que habías leído una carta que Hiroki me escribió.

De repente me sentí incómodo. No sabía si Gackt pretendía echarme en cara mi indiscreción, o si quería esclarecer el tema o acaso qué quería hacer. Yo convenientemente había evadido las cosas que había leído en esa carta y había hecho de cuenta que jamás las había leído en realidad. Pensaba que estaríamos mejor si los dos nos hacíamos los tontos, pero por alguna razón Gackt había sacado el tema a sólo un par de horas de su viaje a París.

- Sí... - murmuré.

- ¿Qué leíste?

El tono de su pregunta fue extremadamente casual. Yo intenté responder con la misma naturalidad.

- No me acuerdo mucho. Decía...

"Te amo". Lo único que podía recordar de la carta era que Hiroki había escrito una y otra vez "te amo", en una tinta azul proveniente de una mano temblorosa. Todas las letras de la carta tiritaban, onduladas como algas, y sólo se volvían firmes en las palabras "te amo".
Hiroki había creído amar a Gackt. Pero no lo había amado nunca en verdad, yo estaba seguro de eso. Porque si alguien más en el mundo amaba o había amado a Gackt, mi amor de pronto dejaba de ser único y se volvía patético. Eso era lo que yo sentía. No podía ser.
Lo que sucedía era que Hiroki estaba desolado, abatido, al borde de la desesperanza, y se había aferrado a Gackt porque lo necesitaba. Había inventado un amor que no existía.
De pronto me di cuenta de que de todo lo que decía la carta, y a pesar de que había declaraciones terribles y pistas de sucesos atroces, lo que más me había inquietado habían sido los "te amo". Apenas podía recordar lo demás.
Pero no podía decir eso.

- No sé - murmuré después de un largo silencio - Estoy bloqueado hoy.

Tampoco había podido decirle por qué mis pesadillas habían sido sangrientas. Por alguna razón no podía decirle nada, aún a sabiendas de que esa era nuestra última tarde juntos.

- Lamento haberla leído - añadí - Quizás tú no querías que yo lo supiera.

Aunque no recordaba las palabras exactas, sabía que la carta dejaba en claro que Hiroki y él habían mantenido una relación sexual y sentimental. La respuesta de Gackt me sorprendió.

- Está bien. Pasó hace mucho tiempo. No es algo de lo que esté orgulloso, pero... supongo que no puedo cambiar lo que pasó de todas formas.

Me quedé en silencio un momento.

- ¿Esa fue la última vez que te escribió?

Gackt suspiró.

- No sé. Komako no me envió más cartas de él. Supongo que se enteró de lo que había pasado entre nosotros y no pudo soportar que continuara. Hiroki era su hijo después de todo.

Asentí lentamente.

- Si nos volvemos a encontrar en el futuro, tal vez sea capaz de contarte la historia completa - me dijo Gackt en una voz cargada de nostalgia.

Yo realmente pensé que Gackt había decidido contarme todo lo que había pasado en ese preciso momento. Pero la impresión que me dio fue que de pronto se había acobardado: había sacado el tema sin ninguna razón aparente. Había sacado el tema sólamente para decirme que no iba a explicármelo.
A pesar de todo el tiempo que había pasado, y a pesar de que tal vez no volveríamos a vernos más, todavía no era capaz de confesarme todos sus secretos.
Quise quejarme, pero me contuve.
Probablemente yo también guardaba muchas cosas que no le había dicho, tal vez algunas que ni yo mismo sabía. No iba a arruinar nuestras últimas horas juntos echándole en cara que jamás había sido sincero conmigo.
Gackt nunca me había dicho "te amo". Y aunque yo había buscado la razón insistentemente como si fuera un completo misterio, tal vez la verdadera razón por la que no me lo había dicho nunca era la más lógica: porque no me amaba.
Si no me amaba, después de todo era natural que no se sintiera libre de contármelo todo.
Repentinamente sentí el corazón pesado y los ojos se me llenaron de lágrimas. Sin embargo, hice toda la fuerza que pude con los músculos de mi garganta para no pronunciar siquiera un sonido de queja.

El taxi en el que nos dirigimos al Aeropuerto Internacional de Narita amenizó todo el viaje con un programa de radio que pasaba algunos viejos clásicos mechados con canciones navideñas.
Cuando faltaba poco menos de medio viaje, de pronto comenzó a sonar en un volumen excesivamente bajo, casi como un susurro, la canción "The Twist" de Chubby Checker.
La noche que Gackt y yo nos habíamos besado por primera vez, él me había llevado al campus de la universidad en auto y esa misma canción había sonado en el estéreo. Recordaba la brillante sonrisa con la que él había subido el volumen, y la forma en que los dos habíamos cantado la canción como dos borrachos regresando de una fiesta.

"Take me by my little hand and go like this! Oh, twist, baby! baby, twist!"

El recuerdo de nosotros dos, quienes en ese momento no habíamos compartido más que un beso, me estrujó el corazón, y no supe si aquella imagen me había producido felicidad o tristeza.

"Come on baby, let's do the twist!" nos habíamos gritado el uno al otro esa noche antes de desplomarnos en una carcajada.

Durante todo el viaje habíamos hecho ridículos movimientos de twist, e incluso recordaba que yo le había propuesto salir a bailar alguna vez. Ese recuerdo quedaría por siempre grabado en mi memoria.
Mientras lo pensaba, observé a Gackt del otro lado del asiento y le sonreí. Me preguntaba si él recordaba también ese pequeño episodio que los dos habíamos compartido, muchísimo tiempo atrás.

- Esta canción me recuerda a un día... - dijo él de pronto.

Que él lo recordara también, aunque hubiera sido un momento irrelevante de nuestra historia, llenó mi corazón de luz.

- ¡Sí! - me apresuré a interrumpir - También lo recuerdo.

Nos quedamos callados durante algunos segundos. Gackt se aclaró la garganta.

- Me tomé enserio lo que me hiciste prometerte - dijo de repente.

Pestañeé varias veces.

- Eliminé mi casilla de mail y esas cosas. Estás a salvo - sonrió - Incluso si caes en la tentación de querer contactarte conmigo.

Los ojos se me humedecieron al instante. El futuro de nuestro amor dependía pura y exclusivamente del destino.
Más allá de la ventana del taxi, el cielo sobre nosotros brillaba con una transparencia sobrenatural. Me parecía que, si miraba detenidamente, tal vez podría ver a Dios sentado en alguna parte.
"De ninguna manera un día como este puede ser un día triste" pensé.
Y sin embargo, Gackt y yo nos separaríamos bajo ese cielo de cuento de hadas.

Cuando nos bajamos del taxi, una vez frente a la entrada del Aeropuerto Internacional de Narita, sin embargo, recordé que era un día de invierno y el clima, a pesar del cielo, estaba excepcionalmente frío.
Gackt cargó la mayoría de las cosas y pagó el taxi, antes de que nos apresuráramos dentro del hall del aeropuerto.
Aunque hubiésemos querido pasarnos los últimos minutos tomando un café juntos, todavía había un montón de papeleo que hacer.
Mientras hacíamos la fila para marcar los equipajes y otro tipo de trámites, Gackt de pronto se puso a buscar algo en una mochila. Yo lo observé sin preguntar nada hasta que de pronto sacó de allí un sobre de color celeste y me lo extendió.

- ¿Esto es mío? - pregunté incrédulo.

- Sí - dijo él - Pero no lo leas hasta que me haya ido, ¿está bien?

Esa extraña instrucción, por alguna razón, hizo latir mi corazón con más rapidez.

- Está bien - dije y sólo entonces él finalmente me dio el sobre.

Muy cuidadosamente lo guardé en mi bolso, asegurándome de que no se doblara. Él no dijo nada más al respecto, y simplemente me mostró una sonrisa nostálgica.

Poco tiempo después, Gackt y yo nos reunimos con los demás y todos juntos nos tomamos un café en una de las confiterías del aeropuerto.
Entre los presentes estaba You (por supuesto), pero también estaban Masa y Chacha. Incluso había aparecido Ayumi, quien había viajado desde Yokohama para despedirse de Gackt. Su esbelta figura, anclada en unos tacos de diez centímetros de alto, me sorprendió en sobremanera. Yo había creído que Gackt ya no la vería más, y sin embargo allí estaba, disculpándose porque no había podido asistir a la fiesta del día anterior. Su forma de saludarme fue desinteresada y hasta fría. No intercambiamos mayores palabras, por lo que aquel repentino cambio de actitud permanecería para mí como un misterio indescifrable.
Mientras tomábamos un café demasiado amargo y por demás insulso, Ayumi no paraba de hacer comentarios tristes, como si no fuera a volver a ver a Gackt nunca más.
Entre Masa y yo había, eso estaba claro, un aire de tensión, pero entre Ayumi y You ciertamente también lo había. De pronto recordé que Ayumi me había hablado bastante mal de You unos meses atrás, durante una conversación que habíamos tenido en el departamento de Gackt. Me preguntaba si You estaba al tanto de la opinión que Ayumi tenía sobre él. Evitaba mirarla y sólamente hablaba cuando Gackt le preguntaba algo.
Los ojos de You eran tímidos y amables. El brillo que despedían cada vez que asentía a algo que le decían me recordaba a alguien, pero no podía descrubrir a quién. Mientras lo observaba, vaciando dos sobres de azúcar lentamente dentro de su taza de café, me parecía que él y yo éramos muy distintos. Y sin embargo, a los ojos de los demás, probablemente él y yo éramos iguales, y por eso los dos le habíamos gustado a Gackt.
Eso era lo que los demás seguramente pensaban. Para todo el mundo yo era alguien retraído, demasiado correcto y sin inventiva. Lo que yo pensaba de You todos los demás lo pensarían de mí, sin ninguna duda. Para Masa y tal vez hasta para Ayumi, tanto You como yo éramos dos "flacuchos desabridos". Nadie podría saber las cosas tan retorcidas que yo era capaz de pensar en realidad, y mucho menos las que era capaz de hacer. Probablemente ninguno de los que estaban en la mesa, a excepción de Gackt, podría siquiera imaginarme inyectándome heroína o pidiéndole a alguien que me asesinara.
Traté de ver a través de los dulces ojos de You y de encontrar algún rastro de la persona que yo era. ¿Podría ser que la misma careta que usaba yo también la usara él?
Si ése era el caso, detrás de sus largas pestañas y su sonrisa discreta, probablemente ya me había asesinado de todas las formas posibles.
O quizás ni siquiera había necesidad de eso.
Porque él se iría a París con Gackt y yo estaría aquí, en Tokyo, hundiéndome por el resto de mi vida en la ciudad de la podredumbre. Gackt lo había elegido a él por encima de mí, por encima de Masa y por encima de Hiroki.
Apoyé la cara en una de mis manos y sin darme cuenta, me lo quedé viendo durante largos segundos y perdí el hilo de la conversación que los demás estaban teniendo.

- ¿Hyde-san?

Los labios de You se habían movido apenas.

- ¿Ah? - pestañeé, como si me hubiera despertado de repente.

- No había tenido oportunidad de mencionarlo, pero... la otra vez, creo que fue mi culpa que ustedes dos discutieran - dijo desde el otro lado de la mesa.

Su voz era suave, como un hilo de miel que cae lentamente.

- Ah... eso ya no tiene importancia.

- Aunque pienses eso, quería disculparme - añadió.

Los demás continuaban hablando sumidos en su propia conversación.

- Está bien.

- Debes sentirte triste.

Su última frase me desconcertó.
Agucé la vista y lo miré fijamente. Las pupilas de sus ojos no temblaron ni por un instante.

- ¿Triste?

De pronto la voz de Gackt, alzándose por encima de todas las demás, se manifestó en un profundo suspiro.

- Siempre se pierde tanto tiempo en el aeropuerto - dijo, mirando su reloj de pulsera.

- ¿Es que tienes tantas ganas de no vernos nunca más? - se quejó Ayumi desde la otra punta de la mesa, y sus labios recubiertos por un espeso brillo labial imitaron el pico de un pato.

¿Triste?
Por alguna razón, y a pesar de que esos eran mis últimos minutos junto a Gackt, yo no estaba hecho un mar de lágrimas. Ni siquiera procuraba sentarme a su lado en la mesa de la cafetería ni mirarlo a los ojos, ni tomarle la mano o robarle algún beso escurridizo. Pensaba que tal vez para mi corazón, Gackt ya se había ido, y esa era la razón por la que yo de pronto parecía tan distante. Pero en el fondo de mi alma descansaba una depresión abrumadora.
Masa jugaba revolviendo con una cuchara el fondo de su taza de café y Chacha miraba algo en su moderno celular.
Yo no creía que nadie se sintiera tan genuinamente triste como yo por el hecho de que Gackt se marchara. "Debes sentirte triste."
El estómago se me revolvió, producto de mi intranquilidad. ¿Era acaso mi cara tan transparente para You?

- Voy al baño un momento - me disculpé.

- ¡Ah! Yo también - dijo You enseguida, levantándose de su asiento.

Su reacción me incomodó. No quería estar a solas con él, y no estaba seguro de querer escuchar que tuviera algo para decirme. Mientras nos alejábamos con pasos torpes, los demás intercambiaron susurros. Me parecía que aunque Gackt finalmente estaba rodeado de sus cuatro más íntimos amigos, había cierta atmósfera de desconfianza entre todos ellos.
El camino hasta el baño fue silencioso, y You sólamente se atrevió a hablarme cuando estuvimos uno al lado del otro lavándonos las manos en el lavabo. Era la primera cosa que me decía y sus palabras fueron tajantes como un cuchillo.

- Gackt me contó que sales con otro tipo - dijo de repente.

Su voz, como siempre, había sido suave, y no parecía haberme querido echar algo en cara. A pesar de eso, su comentario me incomodó. ¿Por qué me decía eso? ¿Y por qué Gackt, de todos modos, le habría contado algo como eso?
Me aclaré la garganta. Decidí contestar lo que era más natural.

- Sí.

- Sin embargo, no lo quieres tanto, ¿no es así?

Su aclaración trató de ser comprensiva. Me sequé las manos con unas cuantas servilletas de papel y las arrojé al cesto antes de responder.

- No me siento cómodo hablando de eso contigo, y además no sé por qué quieres saberlo - solté con una voz monótona.

Él pareció avergonzarse.

- Lo siento. Sólamente tenía curiosidad.

Su tranquila forma de hablar me irritó.

- Yo también tengo curiosidad - dije mirándolo a la cara de pronto - Gackt me contó lo que pasó entre ustedes.

Las facciones de su rostro se transformaron por completo, como si le hubiese dicho que sabía que era un asesino serial. De pronto, sus ojos destellaron con nostalgia y agachó la cabeza.

- Ah... un evento desafortunado, ¿no es cierto?

- Y a pesar de todo, estás aquí ahora - dije, impidiendo que su tristeza me inhibiera.

You se tomó su tiempo para contestarme.

- Supongo que habría querido que las cosas que pasaron no hubiesen pasado, o por lo menos no de la manera en que pasaron. No puedo cambiarlo y sé que debería alejarme, sin embargo... no es tan fácil...

Hubo un momento de silencio que los dos nos tomamos para reflexionar.
La música de ambiente que salía de un pequeño parlante, interpretada por una cantante de moda, ridiculizaba de cierto modo el ambiente de tensión, reduciéndolo a una situación ordinaria. El enorme espejo sobre los lavabos nos reflejaba a los dos: yo miraba hacia adelante, y él miraba hacia abajo. ¿Cómo podría saber si él y yo éramos iguales?
You soltó un poco de aire que estaba reteniendo de nervios, y luego dio media vuelta hacia la salida del baño.
"Ya sé" pensé.
La voz de mi garganta surgió tan clara como el agua de una cascada.

- Te va a matar - sentencié.

El caminar de You se detuvo en seco. La expresión de su rostro se congeló de repente, como si se hubiese convertido en una fotografía.
En ese momento me di cuenta de que él ya lo había pensado, pero nunca había esperado que alguien se lo confirmara.

- Te va a matar en París. ¿No lo sabes? - insistí.

Observé con total claridad el movimiento de su garganta en el momento en que tragó saliva. Nuestra conversación se vio interrumpida por la presencia de un hombre trajeado que ingresó al baño.

- No... - murmuró You.

- No seas tan ingenuo.

Los ojos de You me recordaban a los ojos de Megumi. Por fin me había dado cuenta. Él no era como yo, era como ella.
You estaba enamorado de Gackt, estaba obsesionado con él y no podía evitar quererlo, pero no aceptaba su locura. No podía aceptar que él estuviera loco o que quisiera hacerle daño. Como cualquier persona estúpida, él se regocijaba en la idea de que su amor puro podría cambiarlo y curar su enfermedad.
Pero You no quería morir. Él temía la muerte. No estaba dispuesto a morir en manos de quien amaba. Porque no lo amaba de verdad.

A diferencia de mí, You no quería morir. Y esa y sólo esa era la razón por la cual Gackt lo había elegido para matarlo. Él apreciaba su vida y rogaría por ella. Su deseo por aferrarse a la vida lo había condenado a la muerte.

Después de ese incidente y hasta la hora del embarque, You no volvió a dirigirme la mirada y mucho menos la palabra.

Frente a la puerta de la sala reservada únicamente para pasajeros; Chacha, Masa, Ayumi y yo enfilamos como soldados del ejército. El momento que tanto había querido retrasar había llegado. El tiempo no se apiada de nadie, ni siquiera de los amantes.
Los ojos de Chacha estaban húmedos, así como los de Masa, y Ayumi lloraba desconsoladamente, como una madre a cuyo hijo envían a la guerra. De todos, yo era el único que enfrentaba la despedida con una expresión casi nula. La tranquilidad tan extrema que cubría mi rostro, por el que no había rodado una sola lágrima, me sorprendió incluso a mí. Tal vez mi alma estaba demasiado resignada como para llorar.
Gackt tampoco lloró.
Y de todos, decidió que yo sería el último a quien saludaría, aunque pareciera el menos afectado.
Para despedirse de cada uno de nosotros, You nos hizo una reverencia uno por uno, evitando el contacto visual. A medida que él avanzaba, Gackt se despedía de la persona que él acababa de saludar. El primero fue Chacha. Le siguió Ayumi. Los puños de Masa se ciñeron sobre la espalda de Gackt cuando lo abrazó para despedirlo.
Y finalmente, llegó mi turno. Gackt había abrazado tierna y protectoramente a cada uno de sus amigos, sólo para terminar frente a mí.
Un pensamiento surcó mi mente, como una resplandeciente estrella fugaz.
"El amor de mi vida, el único y verdadero, está de pie frente a mí."
Súbitamente sentí que la respiración se me atascaba en la garganta. Y aunque el aeropuerto me había parecido hasta entonces sumamente ruidoso, de pronto no escuché nada más. Aquel era un momento que sólo era tangible para Gackt y para mí, como si hubiésemos sido transportados a otra parte del universo.
Una de sus manos se posó firmemente sobre mi cintura, atrayéndome hacia sí. Sus labios se acercaron a los míos despacio, pero completamente resueltos, con la actitud de quien toma un objeto con la total certeza de que le pertenece.
Ese beso, el último beso, de algún modo contenía la misma esencia que el primero. Ese cosquilleo, esa revolución interior, esa desesperación que causa la incertidumbre de no saber lo que está por venir. El primer beso que Gackt me robó tenía sabor a licor de cereza. Éste, el último, tenía sabor a café. La dulzura y la embriaguez de algún modo se habían transformado en amargura y solemnidad. Y sin embargo nuestro amor, anclado a cada fibra de nuestra piel, continuaba siendo loco y apasionado.
La electricidad de mi cuerpo se había activado, como si el motor de mi alma se hubiese puesto en marcha. Pero Gackt había venido para encenderme y después marcharse: así había tenido que ser.
La separación, incluso la de nuestros labios que tanto se anhelaban, fue inevitable.
Nuestros ojos se abrieron solamente para encontrarse, para mirarse.
"Éste es el momento" pensé enseguida.
La forma en que él me miraba, haciendo que mi espíritu se sacudiera como un volcán a punto de estallar, que mi sangre se enloqueciera en mis venas, que mis piernas temblaran como dos alfileres, me derretía y me desestabilizaba. Si él me hubiese pedido que me quitara la vida en ese instante, yo lo habría hecho sin vacilar. Y es que su forma de mirarme me lo decía: "ahora es el momento en el que va a decirme que me ama".
Si ése no era el momento, no habría ningún otro. Pero no, ése era el momento, no había dudas. El corazón se me detuvo dentro del pecho en el instante en el que Gackt apoyó una mano sobre mi rostro y abrió la boca para decir algo.
"Yo también, yo también te amo tanto" estuve a punto de adelantarme.

- Adiós.

Sin embargo, de su boca salió una única palabra: "adiós".
Todos mis deseos se atoraron en mi garganta y ni siquiera me dejaron llorar.
La distancia entre Gackt y yo se fue haciendo más larga, hasta que sólo su espalda fue visible para mí. Una empleada del aeropuerto controló su pasaje y el de You en la entrada de la sala. "¿Sólo 'adiós'?"

Sin darse cuenta, Gackt me había cerrado todas las posibilidades. ¿Cómo se suponía que yo llorara, gritara, me arrodillara y le rogase que se quedara conmigo si no me decía que me amaba?
Tal vez yo no había sido para él lo que él había sido para mí. La sola idea hizo que me costara respirar.

Por el angosto pasillo que llevaba a la sala de embarque, el amor de mi vida se me escapaba para siempre, como la luz que se va por la ventana. Justo cuando me parecía que observaba una película en cámara lenta a la que no era capaz de ponerle pausa, los pasos de Gackt se detuvieron. Entre nosotros ya estaba, sin embargo, el molinete inquebrantable que separaba a los pasajeros de los acompañantes.
Gackt estaba a casi tres metros de mí cuando de pronto volteó el rostro una última vez para mirarme.
Su hermoso perfil estaba bañado en lágrimas.

"Pasajeros del vuelo 997 de las 17:30 horas de Air France con destino a París, por favor presentarse en la sala de embarque correspondiente..."

El aviso se repitió en francés.
You tocó el hombro de Gackt, como si le diera ánimos para seguir caminando. Sus rodillas temblaron cuando volvió a mirar hacia adelante y se internó en el pasillo gris.
Después de cruzar una segunda puerta, su figura quedó fuera de mi alcance. Y sin embargo, aquel rostro desesperado y de ojos empañados seguía fresco en mi memoria, grabado a fuego, clavado en mi mente como una estaca de hierro.
Mi corazón había sido conmovido hasta la fibra más profunda.
Y finalmente, como si mis ojos no fueran más que un cristal que acaba de romperse, una lágrima resbaló lentamente por mi mejilla. Gackt se había ido.

Quisiera poder convertir ese instante en un trozo de poesía, pero tal cosa seguramente no sería posible. El instante en el que Gackt y yo nos separamos no fue más que eso: un instante.
Toda mi vida había ido a concluir en ese instante tan insulso, tan incierto. Ese instante en que de pronto la espalda de Gackt ya no fue visible para mí.
Y entonces me encontré a mí mismo preguntándome si acaso existía la posibilidad de que el último recuerdo que se tiene de alguien no sea siempre el de su espalda. Supongo que después de despedirse, uno siempre da la espalda. Es más: uno se despide porque llega el momento en que es necesario darse la espalda. Es tal vez una especie de costumbre respetuosa. Decirse adiós es como decirse "lo siento, pero a partir de ahora voy a darte la espalda".
Hubiese querido que mi último recuerdo de él fuesen sus ojos, o sus manos, o aquel beso. Incluso su voz profunda diciéndome "adiós" era en cierto modo más calida que aquella espalda filosa trajeada de azul.

"¿Y es que todo va a terminar así? ¿simplemente así?"

Las voces de Chacha y Ayumi organizando de qué manera iban a regresar a Tokyo llegaron despacio a mis oídos.

- Hyde, ¿vas a tomar el Narita Express con nosotros? - me preguntó Chacha.

- ¿Eh?

- El Narita Express. Cuesta alrededor de tres mil yenes - acotó Ayumi secándose los restos de las lágrimas con un pañuelo descartable - Chacha tiene que ir a trabajar, así que nosotros volveremos enseguida.

Mi cuerpo parecía haber perdido sus capacidades.

- Está bien - murmuré sin moverme.

- ¿No vienes? - insistió Chacha.

- No - respondí sin pensar.

Escuché un suspiro.

- Entonces nos despedimos aquí. Fue un placer conocerte. Que tengas una buena vida - dijo en una voz amistosa.

Sólo entonces me di cuenta de que ahora no había ningún nexo entre ellos y yo. Yo ni siquiera continuaría recibiendo noticias de Gackt.

- Igualmente. Adiós.

Los tres se alejaron despacio, sin ninguna ceremonia. Ayumi y Masa ni siquiera se molestaron en decir algo. Y aunque todo había terminado, por alguna razón mis piernas no eran capaces de moverse. Mis pies no eran capaces de dejar de pisar el suelo en el que sabía que Gackt todavía estaba.

"Pasajeros del vuelo 997 de las 17:30 horas de Air France con destino a París..."

Tanto mis pensamientos como yo comenzamos a dar vueltas por el aeropuerto. Eran las 16:45 y yo sabía que Gackt seguía ahí, pasando las instancias de seguridad o comprando alguna estupidez en el Duty Free Shop.
Mis manos temblaban y mi corazón también. Lo más probable era que no volvería a verlo jamás. No volvería a escuchar su voz, a tocar sus manos, a mirar sus ojos. Jamás...
Ni siquiera era capaz de ponerme a llorar. Caminaba con lentitud, sin fijar los ojos en ningún lado. Escuchaba a las personas conversando, las ruedas de las valijas, los pasos apresurados, las risas de los que se encuentran. Y sobre todo escuchaba una y otra vez ese anuncio:

"Pasajeros del vuelo 997 de las 17:30 horas de Air France..."

Mi caminata errante se detuvo a los diez minutos. A pocos metros, sobre una hilera de sillas de plástico, Masa lloraba, solo y sin consuelo. Tuve que verlo dos veces para asegurarme de que era él: pensaba que naturalmente se habría tomado el Narita Express junto con Chacha y Ayumi.
Un nudo me oprimió la garganta. Él era capaz de llorar de esa manera, y yo sin embargo estaba allí, dando vueltas como un alma en pena.
Sin pensarlo me acerqué y me senté lentamente en la silla a su lado. Me crucé de piernas y como si no sintiera nada al respecto de la situación, le tendí un pañuelo descartable.
Sólo entonces Masa se dio cuenta de que yo estaba ahí.

- Gracias - murmuró tomando el pañuelo, deteniendo su llanto apenas para poder hablar.

- Pensé que te habías ido - dije.

Masa inspiró una gran cantidad de aire.

- No. No puedo...

Asentí en silencio. A pesar de siempre haberme estado recordando que se acostaba con Gackt, Masa me había jurado en todo momento que no lo amaba.

- Sí estabas enamorado de él - sentencié, dándole voz a mis pensamientos.

Masa suspiró e incluso fue capaz de soltar una lastimosa risa irónica.

- Qué fácil es decirlo en pasado - respondió.

Hubo un silencio. Los dos mirábamos hacia el hall que se extendía frente a nosotros.

- Él te contó lo que pasó cuando mis papás me echaron de la casa, ¿cierto? - preguntó Masa.

- Sí.

- Me ofreció vivir con él en su departamento. Nunca había estado tan feliz.

Volvió a utilizar el pañuelo descartable y luego continuó hablando.

- Pero fui y soy un idiota. Eso nunca significó nada, no para él. Incluso aunque yo estaba viviendo en la misma casa, él continuaba haciendo lo mismo de siempre, saliendo con otras personas. Eran frecuentes las veces en que las llevaba al departamento. Entonces a mí me tocaba dormir en el living. ¿Y sabes qué? Siempre pienso que podía ponerme a ver la televisión a todo volumen, pero supongo que soy un poco masoquista. Prefería estar en silencio. Prefería escuchar todo lo que pasaba en la habitación, incluso si se me deshacía la cara en lágrimas.

Masa hablaba con un rostro lleno de nostalgia. Parecía que no importaba si era yo, él necesitaba descargar lo que sentía.

- En el mejor de los casos, el elegido era yo, y pasaba toda la noche con él. Mi corazón se sacudía de felicidad. Sin embargo, nunca me atreví a decirle lo que en realidad sentía. Para él sólo éramos amigos con derechos, y tenía miedo de perder incluso eso si le decía la verdad. Yo era capaz hasta de conformarme con las migajas...

Permanecí en silencio. Él se tomó un momento para estabilizarse antes de continuar.

- Llegó un día en el que mi abuela me ofreció mudarme a su casa. Cuando se lo conté a Gackt... ¿sabes qué? Soy un estúpido. Él se puso muy feliz por mí, feliz de que parte de mi familia me aceptara, e incluso preparó una cena especial y canceló una cita para acostarse conmigo. Pero no... no era lo que yo quería. Con todo mi corazón había deseado que él me pidiera que no me fuera. Que me pidiera que continuáramos viviendo juntos...

Llegado este punto de la historia, Masa no pudo detener un llanto abrumador.

- ¡Pero no! ¡Ni un asomo de tristeza...! Y entonces supe que Gackt jamás me amaría, jamás... ¡jamás!

Aquellas últimas palabras movieron algo en el fondo de mi alma. Era algo que yo también había pensado, y que me destruía el corazón en pequeños pedazos.
Escuché a Masa llorar durante varios minutos sin decir nada.

"Último aviso para los pasajeros del vuelo 997 de las 17:30 horas de Air France con destino a París..."

Miré la hora. Eran las 17:15. Sentí un escalofrío.

- Tú - me dijo de pronto Masa - ¿Por qué estás aquí?

- ¿Aquí?

- ¿Por qué no estás del otro lado? ¿Por qué no vas también a París?

Sus palabras me parecieron un poco intimidantes.

- ¿Cómo que por qué?

- ¿No te pidió acaso Gackt que fueran juntos? ¿no lo amas?

Los latidos de mi corazón se detuvieron por un instante. Bajé la vista.

- Sí... pero...

- ¿Pero qué?

- Pero no me lo pidió de verdad. Yo estaba enojado con él y fue algo que se le ocurrió decirme para que lo perdonara. La verdad es que ni siquiera lo había pensado antes... - murmuré recordando el momento en que me lo había pedido - No creo que en verdad quisiera que fuera con él.

- ¿Y? - insistió Masa - ¿Qué importancia tenía lo que él en realidad quisiera? ¿No querías estar con él?

Levanté una ceja, un poco irritado.

- ¿No se aplica eso también a ti?

Masa pareció ofenderse.

- ¡Claro que no! Eras tú quien podía ir.

- ¿Y por qué no tú?

- ¡Acabo de decírtelo! ¡Porque a mí no me ama!

Las palabras surgieron como un nudo que se desata de repente.

- ¡Pero a mí tampoco...!

En el momento en que finalmente admití lo que no quería admitir, sentí que mis ojos volvían a llenarse de lágrimas. Gackt no me había amado ni me amaría nunca, y aunque no quería reconocerlo lo había dicho: a mí tampoco. Yo no había sido más que Masa para Gackt. Y él probablemente se olvidaría muy pronto de mí.
Si me hubiese amado, si me hubiese dicho "te amo", yo seguramente me habría ido a París con él. Pero mis sentimientos no eran correspondidos.
Me tapé la boca enseguida, tratando de contener mis emociones. Y sin embargo, aunque lo había admitido, aunque me había rebajado hasta lo más bajo y frente a la persona que menos quería, Masa me miró incrédulo, sin una pizca de lástima en sus ojos, y simplemente me dijo:

- ¿No leíste la carta?

La presión me bajó hasta los pies: había olvidado la carta por completo.

- ¿Cómo sabes de la carta? - pregunté con la voz temblorosa.

- Soy su mejor amigo, genio - me contestó en un tono entre burlón y ofensivo - ¿no la leíste?

De pronto me sentí inquieto.

- No. Me dijo que no la leyera hasta que se hubiera ido...

- ¡Já! ¡¿Y tú lo hiciste?!

El rostro de Masa seguía bañado en lágrimas, pero poco quedaba ya de ese muchacho al que habían dejado con el corazón roto. Me sentí un idiota y una necesidad de urgencia me trepó por el pecho. Apoyé las manos en los brazos del asiento, listo para ponerme de pie y encontrar algún lugar en donde pudiera leer sin interrupciones.

- Antes de que te vayas - dijo, sin embargo, Masa de pronto - Ya sé que le pediste a Gackt que no se contactara más contigo, y que tampoco tienes su nueva dirección de mail ni la dirección de su casa ni su teléfono.

Lo miré incrédulo.

- Yo sí - añadió - Pero cuando te levantes de la silla y vayas a leer esa carta, no nos veremos nunca más. E incluso si nos vemos, no hay manera de que te ayude a volver a contactarlo. Es más: si Gackt me pidiera en el futuro algún dato tuyo, haré de cuenta que no puedo localizarte, y hasta soy capaz de mentirle y decirle que ya estás con otra persona y que te olvidaste de él por completo. Lo lamento mucho, pero no puedo cambiar lo que siento, incluso si va en contra de su felicidad. No me busques para tratar de contactarte con él, porque no te ayudaré. Jamás te ayudaré. Sólo eso. Espero que lo entiendas.

Todos los músculos de mi cuerpo habían quedado en tensión. Tuve la terrible sensación de que todo estaba perdido y de que estaba solo en el mundo. El ínfimo halo de luz de esperanza que iluminaba lánguidamente mi corazón de repente se había extinguido.

- Lo entiendo perfectamente - dije, sin embargo - adiós.

Mientras atravesaba el hall del aeropuerto a paso veloz, como si mis baterías se hubiesen reactivado, escuché el anuncio del vuelo una vez más.

"Último aviso para los pasajeros del vuelo 997 de las 17:30 horas de Air France con destino a París..."

Me preguntaba a dónde estaba yendo con tanta prisa, si incluso aunque leyera la carta ya no había absolutamente nada que pudiera hacer para ver a Gackt una vez más.
Sin pensarlo me metí en el baño y me encerré en uno de los cubículos. Mis manos temblaban cuando miré mi reloj de pulsera. Eran las 17:24.
Bajé la tapa del inodoro y me senté encima. Revolví mi bolso con rapidez hasta que fui capaz de encontrar aquel sobre celeste que Gackt me había tendido. Saqué el papel que había adentro con gran rapidez y lo desenvolví como si mi vida dependiera de ello.

"Último aviso para los pasajeros del vuelo 997..."

Tragué saliva. Las últimas palabras de Gackt hacia mí se extendieron frente a mis ojos.


"Mi más grande amor:

Éstas sean quizás las últimas palabras que te lleguen de mí. Cuando pienso en eso, de pronto no sé qué escribir, y siento que los dedos no me responden.
Pero sé que es precisamente esa la razón por la que tengo que escribirte. Como es probable que nunca más sepa de ti, no quiero que quede en mi corazón nada que no te haya dicho.

Yo soy como un volcán cuyo interior retiembla y se retuerce. Tú eres como un río que fluye, a veces apacible y a veces turbulento. Es posible y casi inevitable que la tierra de un volcán bloquee todas las salidas del río en el momento de la erupción, llevándolo hasta el punto de teñirse en el rojo fuego del magma. Sin embargo, sólo a través del río el volcán es capaz de reconocerse a sí mismo. Sólo a través de su reflejo en el río un volcán es capaz de observar su propia fuerza, y de darse cuenta de lo que puede hacer.

Hasta que apareciste tú, yo no sabía que podía amar así. No sabía que era posible sentirse a la vez tan grande y tan pequeño. No sabía que había en el mundo alguien cuya sonrisa me pudiera derretir. Pero ahí estás tú, y en donde empieza tu existencia la mía se quema como un mosquito en la superficie del Sol.

He maldecido invariablemente cada segundo de mi presencia en este mundo. Pero cada cosa que me ha pasado, incluso la más terrible, me arrastró hacia tu encuentro un día cualquiera en una cafetería cuyo nombre ni siquiera recuerdo.
Si renaciera, sin duda haría de nuevo cada cosa, cada pequeña cosa, cada gran caída, cada decisivo error. Aunque he tratado de enterrar todos mis recuerdos, sólo ahora soy capaz de ver que no he dado un sólo paso en falso. Porque al final estuve ahí ese día, en esa cafetería, y me encontré contigo. Estoy feliz de que me haya pasado todo lo que me ha pasado. Ninguna catástrofe en el mundo habría sido jamás tan terrible como no haberte conocido.

Desde la raíz hasta la última hoja,
en cada célula,
en cada lágrima,
en cada milímetro de piel
y en cada gota de sangre,
te amo.

Te amo con la misma fuerza con la que creí que jamás sería capaz de amar. Te amo sin límites, te amo hasta el punto en que es doloroso. Tanto te amo que aunque quiero decírtelo, no puedo.

Sin embargo, no soy capaz de mentirte y decirte que soy feliz mientras escribo esto. Quisiera que vinieras conmigo. Quisiera poder admirar la belleza de tu rostro día tras día hasta el final. Quisiera que en todo el mundo sólo fuéramos nosotros dos.
Pero no es posible, ya lo sé. Tú y yo seremos separados, como las alas se separan del cuerpo para que el ave pueda volar. Cuando lo pienso, me siento miserable.

Aunque albergo en mi alma la esperanza de volverte a ver alguna vez, sé que nuestras posibilidades son muy limitadas. Tal vez dentro de unos años yo haya perdido la razón por completo.
Sin embargo, no soy capaz de dejar ir un amor como este. Aunque me vuelva completamente loco o incluso aunque me muera, estos sentimientos me mantendrán por siempre atado a ti. Creo esto firmemente.
Es por eso que sé que, aunque no nos volvamos a ver, si renacemos en una próxima vida nos encontraremos sin falta. Por favor, ámame siempre, hasta el último día. Si me amas como hoy el día de tu muerte, seguramente nacerás de nuevo amándome también.

Mi amor permanecerá intacto y siempre latente hasta el día en que nos encontremos de nuevo.

Tuyo para siempre,

Satoru."



Para cuando terminé de leer la carta, eran las 17:31.
Las letras de la carta súbitamente se volvieron borrosas. Mis ojos se habían llenado de lágrimas.
Sin embargo, era demasiado tarde para arrepentirse.
El avión en el que el amor de mi vida se alejaba para siempre voló justo sobre mi cabeza.


FIN...












...PERO DE LA PRIMERA TEMPORADA!!!

Así es. Acá termina Be Destined, pero no termina la historia.

Pueden conformarse con este final (?) o pueden enterarse de cómo continúa la historia en el siguiente link: https://newcolor.forumcommunity.net/?t=54438447

La segunda temporada se llama Until the last day y ya está listo el prólogo para que puedan leerlo <3

MUCHAS GRACIAS A TODOS LOS QUE ME ACOMPAÑARON HASTA ESTE CAPÍTULO *_*
 
Top
~Kyo
view post Posted on 29/5/2013, 14:45




queeeee que que como que pero jskf que que te pasa natalia skjfaf queee
 
Top
Kirtuah Elfo Gris
view post Posted on 18/6/2014, 12:15




Queremos leer ya la conti!!!! *^*
 
Top
2 replies since 29/5/2013, 02:51   247 views
  Share